La psicología educativa como recurso

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Al mismo tiempo, otra institución fundamental en el orden social como lo es la familia ha sufrido grandes cambios. El concepto de familia nuclear que hace décadas imperaba en el ideario colectivo de nuestra sociedad, ahora no es más que un recuerdo. Esto ha obligado a que muchos de nuestros jóvenes tengan que insertarse cada vez a más temprana edad al mercado productivo en virtud de salir adelante y al mismo tiempo convertirse en una fuente de ingresos alternativa para el núcleo familiar. Es así que de manera más latente el sector productivo y social apele a nuestra juventud más como empleados que como individuos.

De esta forma, entender la educación y la manera como nuestros estudiantes aprenden, se ha vuelto un tema vital en muchas esferas de nuestra sociedad. Es ahí donde la psicología educativa se convierte en un recurso valioso para las personas interesadas en entender los diferentes procesos que transcurren tanto dentro como fuera de las aulas de clase.

Para comprender el papel que juega la psicología educativa, se vuelve necesario entonces contextualizar el entorno actual. Como primer punto, es importante no perder de vista que tanto las instituciones de educación privada como pública, tienen intereses bien definidos que, desafortunadamente, son distintos a los fines de la educación misma y que parecen traducirse en intereses económicos casi exclusivamente a juzgar por las estadísticas:

En la mitad de los mexicanos de 15 años que siguen en la escuela, el dominio del lenguaje o las matemáticas no llega a lo elemental, con pocas posibilidades de enfrentar los retos del mundo contemporáneo.

Sin habilidades mínimas, tampoco las competencias cívicas, éticas y científicas florecen lo

suficiente. Por la baja calidad generalizada no contamos con un grupo suficiente de jóvenes en los niveles superiores del desempeño, el sector crítico para concretar cambios positivos en la generación y distribución de la riqueza para todo el país.

Por el efecto combinado, sólo 1 de cada 4 mexicanos de 15 años cuenta con una educación que le permite seguir aprendiendo; para el 75% de la generación joven, no se está cumpliendo el derecho a la educación. (Mexicanos Primero, 2009)

Si miramos este fenómeno desde el punto de vista del sociólogo francés Pierre Bordieu y su Teoría de los Campos (Bourdieu, 2008), la educación se vuelve una lucha entre agentes. Por una parte, los agentes legítimados por las instituciones educativas (docentes) establecen una lucha simbólica con los nuevos agentes, los estudiantes, para conseguir el objeto en juego (el aprendizaje) el cual dinamiza el campo y legitima las distintas estructuras que lo conforman.

Esta lucha simbólica lleva implícita un intercambio de capitales. Por parte de los docentes, ceder el capital simbólico (el conocimiento) a cambio de capital económico en manos de los alumnos. Aunque justa en términos de condiciones, el campo de la educación parece haber perdido en algún lugar la importancia del objeto en juego, ya que la apropiación del mismo conlleva una serie de procesos implícitos en el sujeto, y considerando como referencia las cifras anteriores, existe una falta de entendimiento o comprensión de los criterios de acceso necesarios para que el campo funcione de manera adecuada, lo cual resulta francamente preocupante.

De esta manera, el objetivo del actual gobierno (Presidencia de la República, 2007) de llegar al mayor número de personas y asegurarles un crecimiento integral que se traduzca en una mayor calidad de vida con igualdad de condiciones, queda sólo en decretos y buenas intenciones.

Otro factor importante e interesante a considerar es el papel que juegan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la formación de estructuras de percepción, valoración y acción de las nuevas generaciones. Sobre todo porque “hay una contradicción entre las visiones convencionales de la temporalidad social y las emergentes en las culturas juveniles” (García Canclini, 2004).

El ritmo rápido de la vida misma y la manera en que lo que está de moda un día al siguiente ya no se recuerda, la forma en que la tecnología avanza a ritmo cada vez más acelerado, el discurso de los medios en el que se les apela como consumidores globales de información y de productos, así como la proliferación de redes sociales que marcan una nueva manera de relacionarse con la alteridad, de comunicarse con el otro desdibujando incluso barreras geográficas y creando incluso nuevas formas del lenguaje, hacen que nuestros niños y jóvenes perciban la realidad con una lógica distinta a la mayoría de sus profesores, quienes pertenecen a otras generaciones y quienes conciben el mundo desde una óptica diferente.

De ahí un sentido muy agudo de la inmediatez, de la búsqueda de información, socialización y entretenimiento en fuentes alternas, de la solución inmediata y casi instantánea, del aquí y el ahora como momento casi exclusivo que deja a un lado aquellas cuestiones planteadas a largo plazo o en retrospectiva, como la historia, en las nuevas generaciones.

En un tercer momento, tendríamos que revisar entonces las explicaciones que nos ofrecen organismos especializados en el tema de la educación:

Los estudios internacionales muestran que existe una gran cantidad de variables que influyenen el desempeño académico de los estudiantes: sus cualidades naturales, expectativas y motivaciones, el entorno familiar, el desempeño de sus compañeros, la organización escolar, la infraestructura con que cuenta la escuela y demás; sin embargo, se ha identificado que el factor más importante que define el desempeño académico de los estudiantes es la calidad de los maestros (Organisation for Economic Co-operation and Development, 2005)

Si a esto añadimos los escenarios anteriores, se hace necesario una nueva forma de educar, de replantear la manera en que se viene haciendo. Se vuelve indispensable el apoyo de una ciencia que nos ayude a entender, a la sociedad en general, a los padres de familia, pero sobre todo a los maestros, la manera en que estos jóvenes aprenden. Una ciencia capaz de que, lejos de ser simplemente una fuente informativa y teorizante, se vuelva un recurso operativo en el quehacer cotidiano del profesorado.

La respuesta al planteamiento anterior la encontramos en la psicología educativa. La psicología educativa, en términos simples, examina “lo que sucede cuando alguien … enseña algo … a otra persona … en algún contexto” (Woolfolk, 2010). Al comprender los diversos componentes que intervienen en la labor educativa, estaremos en mayores posibilidades de incidir sobre resultados más favorables y asegurar que el objetivo fundamental de la educación, como ya se mencionó anteriormente, se cumpla con bases firmes.

Además de la comprensión, la psicología educativa es una disciplina lo suficientemente flexible como para incorporar las visiones y métodos de otras disciplinas tanto las que se relacionan directamente con la educación, como la pedagogía y la didáctica, como las que resultan complementarias para explicar el entorno, tales como la sociología y la comunicación.

Tomando en cuenta los tres componentes que nos señala la psicología educativa es importante analizarlos para un mejor proyecto y/o práctica educativa. Como en todos los casos, la comprensión del contexto en el cual se encuentra inserta esta práctica, nos ayudará a comprender las diferentes variables que intervienen en el proceso educativo, ya sean de tipo geográfico, cultural, social, económico e ideológico. Una vez analizado el contexto, la visión que se obtiene es más amplia, lo que nos permite preveer posibles resultados y diseñar de una manera más adecuada las situaciones de aprendizaje.

Concebir al alumno como una entidad completa y no como un recipiente vacío o un número en la lista, es un aspecto importante que podemos resolver desde la psicología educativa.

Entender que nuestro estudiante, dependiendo de su edad, sexo e incluso su propia historia, está sujeto a una serie de condiciones psicológicas, sexuales, biológicas, cognoscitivas y sociales que determinan la manera en la que aprende y construye el conocimiento, es un aspecto fundamental de la tarea educativa, si lo que pretendemos es lograr en el un impacto significativo que posteriormente se traduzca en mejores condiciones de desarrollo e integración.

Por último, y como hemos observado, quizás el elemento que lleva consigo una mayor responsabilidad en la tarea educativa, es el docente. La tarea docente implica el conocimiento de los dos aspectos anteriores y su adecuado manejo para crear situaciones de aprendizaje que estimulen el desarrollo, la creatividad, la motivación y el entendimiento propio y del material expuesto de una forma que para el alumno resulte significativa y apropiada a su dimensión humana en el sentido holístico de la palabra.

Si bien no es una tarea fácil, la psicología educativa nos da bases firmes para el camino y sobre todo un panorama más esperanzador en estos tiempos en que todo parece tan inestable e incierto. En lugar de añorar un tiempo en el que “todo fue mejor” o de quejarnos constantemente de que “los niños ya no son como eran antes”, es mejor encontrar nuevos recursos que nos muestren nuevas formas de hacer nuestra labor. En este sentido es una clara desventaja nadar contra corriente, que confiar que este flujo también tiene su lado positivo y nos ofrece nuevas posibilidades, pues lo cierto es que la esencia de la vida misma es el cambio.

Las posibilidades de una mejora en la calidad de la educación sólo serán posibles mientras se redirijan los esfuerzos hacia los verdaderos fines de la educación por parte de las instituciones responsables de este importante proceso, dejando a un lado la burocracia, la deseperanza, la indiferencia, la apatía y el mercantilismo.

De la misma manera, adecuar los esfuerzos educativos a la realidad del contexto histórico y social comprendiendo que el ideario colectivo es sólo una manera de entender la realidad y que no constituye una base sólida para nuestra labor, nos permitirán llegar al verdadero objetivo de la educación: el alumno. La psicología educativa no es precisamente el camino, pero si el recurso que ilumina el sendero. Aún cuando todo pareciera tan negro.

Por: Jorge Paredes Veytia.

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